En numerosas ocasiones nos hemos topado con muestras de identidad visual que han despertado nuestro interés, admiración, desgana o simplemente indiferencia…
Nuestros ojos, al igual que la mente, han realizado un fugaz ejercicio de decodificación y comprensión instantánea de aquello que se nos pretendía transmitir con una gama cromática determinada, un conjunto de trazos, una tipografía determinada o simplemente la denominación que teníamos ante nuestras narices.
Sin embargo, toda muestra de identidad visual corporativa, en la manifestación que pensemos, debe estar basada en una serie de premisas clave y cumplir una serie de objetivos y estrategias para lo que fue concebida por creativos, directores de arte, responsables de departamento o, simplemente, particulares.
El proceso de investigación previa, documentación, análisis, estudio, creación de prototipos, bocetos o prediseños y, elementos finales de identidad visual deben seguir una proyección justificada en todo momento. La argumentación de cada una de sus fases en base a una idea para el equipo creativo y para el propio cliente es fundamental.
- Tener presente en todo momento el histórico de la empresa, compañía, institución, industria, tienda, etc. al igual que aquello que viene realizando la competencia y, por supuesto, lo que mejor identifica al cliente con aquello que persigue. Su imagen gráfica, tipográfica, etc. debe ser en todo momento coherente y estar cohesionada con los valores, misión, visión y filosofía que transmite por y para sus públicos.
- La creatividad debe luchar por la diferenciación de la identidad. En esencia, se debe perseguir en todo momento la distinción en un mercado sobre saturado de grandes multinacionales, branding de masas o “listados marcas a granel”. Una idea/s que sustenten nuestra identidad visual, que compartan desde el primero al último los principios del cliente y, como no, buscar en todo momento un elemento distintivo (cromático, tipográfico, de estilo, de trazo, de forma, etc.) que provoque en los diferentes públicos un “chasquido mental”.
- No abuses del color. Existen reglas no escritas que sostienen que la gama cromática para una adecuada y profesional identidad visual debe estar centrada en 1 ó 3 colores como máximo. Si a ello añadimos las gamas y matices de cada color, podemos obtener una amplia paleta para nuestra futura creación. Simplemente basta con observar las grandes identidades visuales internacionales. Únicamente 1, 2 ó 3 son los colores empleados en la armonización de su identidad visual: Disney, The Rolling Stones, Twitter, WWF, VISA, Nestlé, SONY, Mentos, Nintendo, Wal-Mart, etc. Aunque también haya excepciones.
- Comprobar antes las aplicaciones de uso del logotipo. No hay nada más desilusionante y frustrante en los responsables de los departamentos de Marketing, Ventas, Logística, etc. de una empresa que existan grandes dificultades de reproducir fielmente la marca en aquellos medios y soportes que necesiten para la comunicación para con sus públicos. De nada serviría una identidad visual excelente perfecta, en sintonía, adecuada y profesional si no es capaz de reproducirse correctamente a escala de grises, blanco y negro, RGB, CMYK, Pantone o a una tinta y sea legible.
- Vincular experiencias y emociones a la marca y a la identidad. Los responsables del departamento creativo tendrán que buscar un consenso coherente con elementos o argumentos emotivos, que despierten el interés y la total identificación del público cuando estén frente a nuestra marca. Las experiencias de marca pueden ser una de las premisas clave en el desarrollo de una identidad visual corporativa en nuestros días. Un elemento diferenciador de la marca, un hecho, evento, anécdota, historia, dato clave que podamos vincular a nuestro diseño puede servir como eje para argumentar la experiencia que despierta y justifica el posicionamiento de marca de nuestro logotipo y sus consecuencias.
- Simplicidad, economía, reducción, sencillez, limpieza, facilidad, recuerdo, minimalismo y síntesis. Todo responsable en la co-creación de una identidad visual corporativa debe asumir estos conceptos clave como parte de su tarea diaria. La búsqueda del elemento, icono, signo, símbolo que mejor identifique la parte de la empresa o institución que pretendemos crear y comunicar ha de cumplir fielmente estas tendencias. Hoy día si echas un vistazo a tu alrededor nos rodean innumerables ejemplos de identidades visuales que podrían clasificarse bajo esta categoría. Es una tendencia de finales de los 90 ya entendida por profesionales y públicos. Todo aquello que se salga de este estándar provocará confusión en nuestra mente.
- No emplees más de dos fuentes tipográficas. Tómalo casi como una obligación en tu trabajo de creación y desarrollo. El hecho de emplear muchas tipografías trae consigo efectos negativos en quien lo percibe. Incluso las incompatibilidades e incoherencias pueden ser insuperables.
- Y, por último, busca un diseño de identidad visual equilibrado, sin ruido, sin elementos que distraigan la atención. Busca el peso visual, la compensación y, sobre todo, imprime personalidad propia y estilo a aquello en lo que estás trabajando.
- Ni que decir tiene que emplees cliparts, imágenes a todo color o “iconos facilones” (bolas del mundo, coches infantiles o trenes) para complementar la denominación de tu identidad. Ídem para el uso de destellos, sombras paralelas, fusiones, reflejos o efectos láser.
En Agencia La Nave tenemos cada día presente todas y cada una de estas premisas en el proceso de creación y diseño de una identidad visual corporativa. Porque cada cliente merece su tiempo y momento de estudio, debemos ser fieles a estos principios y tratar de proporcionar coherencia en la elaboración de una identidad visual profesional. Facilitar el recuerdo y provocar un guiño en el público deben ser no sólo objetivos a perseguir sino realidades diarias.
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