Efectos especiales, maquillaje, banda sonora… en el cine de terror todo está diseñado para ponernos los pelos de punta.
Antes que nada debemos diferenciar el género de las películas de terror. El cine “gore” es aquel que hace de lo sangriento y lo asqueroso el centro de su espectáculo, en el que más que asustar se pretende impresionar a los espectadores con litros de hemoglobina y kilos de vísceras, pero precisamente por lo excesivo en ocasiones producen el efecto contrario y provocan más risa por lo surrealista de la situación que verdadero pánico.
Es en este tipo de cine en el que la tarea del maquillador y el vestuario es la clave para hacer más o menos verosímil lo que vemos en pantalla. Si por ejemplo presenciamos un ataque de zombies, y es un maquillaje pobre, no entraremos en la historia, no nos la creeremos, en lugar de estar dentro de la película nos dedicamos a buscar los fallos y es por eso que muchas películas de terror de bajo presupuesto provocan más hilaridad que desasosiego. Dependerá mucho de la experiencia y edad de los espectadores, pues lo que hace 50 años asustaba a nuestros abuelos ahora parece cualquier cosa menos terrorífico.
Por el contrario, las películas de miedo son las que se basan en situaciones cotidianas que en apariencia nos podrían suceder a cualquiera, por lo que empatizamos con los protagonistas y sufrimos junto a ellos. Se ahonda en el terror psicológico y tienen un mayor componente de suspense que de simple susto o sorpresa.
Alfred Hitchock definió el suspense como algo contrario a la sorpresa, y ponía de ejemplo lo siguiente: Si en una habitación hay 2 hombres hablando y de repente explota una bomba, eso es un susto. En cambio, si mientras ellos hablan la cámara muestra que debajo de ellos hay una bomba, y también se muestra una cuenta atrás, eso genera suspense, el espectador se va a quedar esperando en tensión a que algo pase al respecto, tanto si los personajes conseguirán escapar, si la bomba explotará o si realmente la bomba funciona.
El suspense es un mecanismo que nos atrapa como espectadores, nos produce una angustia por la empatía con los personajes y una ansiedad por saber qué les va a suceder. Según un estudio publicado en la revista Science, ver una película de terror genera una situación de estrés agudo que obliga al cerebro a reorganizarse y hacen rememorar malos momentos, que acelera el pulso y produce un aumento del latido cardíaco, del consumo de oxígeno del exterior y de la expulsión de dióxido de carbono. Todos estos cambios fisiológicos son consecuencia de la liberación de adrenalina como consecuencia del miedo que aumenta el estrés del organismo nuestros sentidos se agudizan y el temor crea un estado de alerta que fortalece los recuerdos de las experiencias estresantes, aunque perjudica nuestra capacidad de análisis.
Obviamente en el susto influye mucho la preparación para el mismo que provoca una buena banda sonora, pues es por el canal auditivo por el que se transmiten las emociones. En ocasiones estamos en alerta más por el hecho de estar esperando un susto. Esto proporcionará una descarga de adrenalina instantánea pero será el suspense el que nos mantenga en tensión durante toda la película.
Desde Agencia la Nave te deseamos un Halloween de muerte y te recomendamos esta lista de las mejores películas de terror para que pases un fin de semana espeluznante.